En
las últimas semanas se comenzó a pasar una noticia de boca en boca que
desconocía sobre un grupo de niños que murieron quemados en un bus que se
incendió.
La
noticia fue un total revuelo y yo apenas vine a conocerla en detalle por la
reacción de las personas: dolidas, estupefactas, sin poder asimilarlo. A tal
punto llegó que en las redes sociales comencé a ver un poco más sobre las
opiniones de las personas y unos cuántos mensajes de despedida para aquellos
niños.
Pero
más adelante, algo me llamó la atención de todo esto. El conductor del bus
sería juzgado por ser responsable del accidente que se llevó la vida de los
pequeños en aquel día.
La
mayoría de las reacciones son de rechazo a la justicia y desacuerdo con esta.
La indignación de la gente es impresionante.
Pero
resulta que a pesar de todo, mientras intercambio palabras con las personas que
están al tanto de la situación, llega a mis oídos que el hombre no portaba un
permiso para transportar niños en su bus, cosa que es lo que le mantiene en
aprietos.
Pero
esto no implica nada. Es aquí donde mi anonadamiento topa con las reacciones
que me rodean en cuanto a la noticia y me pregunto sobre la ética que debe
tener la justicia en relación a la condena del hombre.
Me
surge el cuestionamiento sobre si la ética profesional se aplica netamente a
los trabajos que nuestros padres poseen y los trabajos que llegaremos a poseer,
pero ¿Y la justicia qué?
David
Escobar, un estudiante de la Universidad de Medellín se muestra iracundo ante
la situación de Jaime Gutiérrez Pino, el conductor del bus. “Es que así somos
acá, descuidamos los casos de las personas más rastreras que dañan las calles
del país mientras personas humildes que intentan ganarse la vida les buscan la
caída”
Claramente,
muchas de las críticas que circundan por ahí vienen de las emociones, pero a
pesar de que Jaime Gutiérrez no tuviese un permiso, la condena resulta un poco
escandalosa.
Además
de la conversación con David, en un encuentro con Simón Marulanda, estudiante
de EAFIT, da a conocer un punto más objetivo de la situación mientras caminamos
por La Villa, en los lados de Belén.
“Pero
es que hombre, el tipo tiene falta de licencia de conducción, debe multas y encima
lo de aquello que el vehículo no tenía la licencia pa’ ser manejado, pues cómo
no quieren que le pase eso. Además, está bien que sea un hombre humilde y
reconocemos que la justicia en Colombia no es que sea la mejor, pero hay casos
que tenemos que verlos más objetivos porque es que dejarnos llevar del puro
sentimentalismo pues, así cualquiera sale de la cárcel”, dijo Simón al llegar
al paradero de bus de La Villa.
Al
llegar a mi casa, pude ver en las redes sociales personas que comentaban del
asunto y ponían en ellas algunos de los testimonios de los niños
sobrevivientes, tales como este: "Yo iba a caer de cabeza pero metí el
brazo y me fracturé la muñeca. Pero vi a un compañerito que estaba atorado y lo
ayudé a salir. Después él ayudó a salir a otro".
Entonces
me pongo a pensar, mientras me siento en mi escritorio, si la ética profesional
está fallando por parte del hombre que incumplió las normas requeridas para el
manejo del bus o es acaso la justicia la que despiadadamente se lanza en contra
de un hombre débil y arrepentido.
Leo
y leo artículos pero, a pesar de las cifras, no logro decidir por un lado al
cuál inclinarme. Pero mis creencias se basan en que la ética debe ser una
interpretación propia, por lo que debo admitir, después de revisar los
testimonios de los niñitos y las palabras de David y Simón, que Simón tiene un
punto importante.
No
resulta ético que una serie de irresponsabilidades leves, que luego desembocan
en una gravedad infalible, sean revocadas de la noche a la mañana. El debido
proceso debe ser llevado a cabo, y aunque la justicia colombiana no sea la
mejor, es un caso en el que la irresponsabilidad y la falta de ética de un
hombre deban pagar por el daño que, con o sin intención, causó.
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